Treinta y tres días. Es lo que he aguantado sin enfadarme. Yo ya veía que la cosa se me torcía cada día más: llegaba a un punto de, llamémoslo contrariedad y cuando empezaba a notar que me empezaba a sudar la rabadilla y que la vena del cuello había presentado una solicitud de caudal sanguíneo, tomaba aire profundamente, al soltarlo carraspeaba y todo volvía a un punto de control más o menos asumible. Cuando me veía en el espejo y comprobaba que mi barriga iba quitándole sitio a mi esternón, tomaba aire profundamente, al soltarlo carraspeaba y todo volvía a un punto de control más o menos asumible y así con cada situación que amenazaba con soltar a la bestia. Al final como no podía ser de otro modo, la cosa se me ha ido de las manos.
En una rotonda un señor al que cual
Espe a Gallardón cariñosamente voy a denominar hijo de puta, se ha saltado el ceda haciéndome frenar bruscamente. Como consecuencia de esta reprobable acción he procedido a accionar el botón que habilita el sonido de mi claxon, o dicho de otro modo le he metido una pitada que se le ha cerrado el esfínter trasero. El muy hijo de puta, lejos de admitir su culpa, me ha hecho un gesto amenazador con el puño cerrado para poco después desplegar un único dedo: el corazón. Acto seguido ha continuado como si tal cosa.
He perdido el control y me he dejado llevar por la ira...
Aprovechando que mi coche pesa menos y que tiene mejor salida he acelerado para entrar en la misma calle que él adelantarle por la derecha y cruzar mi coche en mitad con el fin de hacerle parar. He bajado lentamente de mi coche y aprovechando que ha bajado la ventanilla para preguntarme si requería de la asistencia de un psiquiatra, he metido el puño con el nudillo del índice levantado al estilo del puño de kárate que sale en los vídeos de chunorris impactándole en mitad de la cara y propiciándole la rotura de tabique nasal. Aun abotargado por la confusión del repentino ataque, no creo que se haya dado cuenta de como abría la puerta del coche, lo sacaba del cuello y colocaba su cabeza en el marco de la puerta para posteriormente cerrarla tres veces con violencia no pudiendo hacerlo por encontrarse en mitad la citada cabeza del hijoputa. Cuando lo he soltado ha caído al suelo en un charco de sangre, conmocionado pero consciente. Le he cogido la mano con cuidado y con un golpe seco he tirado hacia atrás del dedo que antes me mostraba. Creo que se han roto un par de falanges y seguro seguro el metacarpo por la forma en que se le ha quedado la mano.
... he tomado aire profundamente,lo he soltado carraspeando y todo ha vuelto a un punto de control más o menos asumible. Frustrado por haberme dejado llevar he ignorado el dedo corazón del susodicho lo he dejado ir porque no merecia la pena y me he ido jodido a trabajar.
Imaginar como das una paliza a un desconocido que te ofende, no tiene precio.
Para todo lo demás mastercard
A volver a empezar. Marca a batir: 33 días