Pues andaba yo tomando un café cuando un amigo de la ofi me ha propuesto un tema que me sirve para salir de este silencio mío.
El tajamiento en tiempos de Feisbuk. Yo soy una persona que nunca he sido moderada con los vicios, porque pienso que si se tiene un vicio es para mimarlo no para tenerlo atado sin salir de casa. Bien es verdad que no puede uno entregarse al hedonismo y al reboce en lo que viene a ser el insano regocijo de forma permanente pero siempre se puede encontrar un hueco.
En mi caso tengo la suerte de no depender de las drogas ni del tabaco. Además como las mujeres me rehuyen puedo centrarme en lo que es el abuso de fermentos y/o destilados de plantas. Concretamente como ejemplo de fermento se me ocurre el de la cebada o malta según el caso llegándo a darse el trigo en ocasiones y como destilado el de caña de azúcar o el del fruto del enebro.
Pertenezco a la generación iniciada en el botellón cuando se llamaba ir a beber al parque. La misma generación que con mil pelas se tronzaba viernes y sábado incluyendo la entrada a la discoteca y el guardarropa cuyo importe ya ascendía (en mi localidad de residencia habitual, aka Burgos) a 550 pelas. La cosa se me complicaba al adquirir el feo vicio del fumar pero para entonces uno ya era un profesional liberal y la adquisición del tabaco, aun suponiendo un menoscabo en mi economía personal, ya no constituía un handicap insalvable.
El caso es que el objetivo no oficial de encogorzarse se conseguía finde tras finde. Con lo que ello llevaba, hacer el tonto, bajarse los pantalones, cantar canciones patrióticas, descubrir que un desconocido es tu mejor amigo, ver a las fistras de tu clase como un desfile de miss mundo, pegarse por tonterías, caerse, dormirse, vomitar, enrollarse con desconocidas, lo que es la borrachera adolescente vamos.
La ventaja de entonces es que la memoria no retiene más que el 10% de lo que pasa por lo que en un grupo de 10 colegas reunidos el domingo de penitencia resacosil se puede llegar a reconstruir el 50% de lo que sucedió durante la noche.
Los ridículos arrastrados por toda la tropa de cafres quedaban en la memoria de dichos cafres y con el tiempo sólo se recordaban los hechos más notables.
Pero un buen día llegaron las cámaras digitales y los teléfonos móviles con cámara y los mecheros con cámara y las corbatas con cámara y los regalices con cámara. Y a la vez... Internez.
Se jodió lo que se daba. Ahora te asalta gente que te conoce y quiere ser tu amigo y luego no te saluda por la calle. Ya no hay forma de pasear tu dipsomanía por los garitos sin que lo sepa la vecina del tercero, ni de pillar con un travesti sin que se enteren tus profesores de secundaria ni de hacer un calvo sin que tus compañeros de oficina contemplen si llevas el culo depilao. Es más gracias la photoshop y al premiere ni siquiera tendrías que haberte metido aquella botella en el culo en un mitin del PP ni haber vomitado sobre la novia de tu amigo el día de su boda, alguien un poco mañosete, te podría haber metido allí. Allí o pilotando un caza que bombardea un barco pirata en Somalia. Y te tendrías que joder porque has entrado en internet y como todo el mundo sabe, todo lo que pone en internet es verdad.
En fin, que al final todo se sabe y en los tiempos que corren mucho más rápido. Sólo queda un consuelo: Las madres no entran en faisbuk. Y no pueden ver las cafrerías de su hijo. Un seg que tengo un aviso. "Tu madre te ha enviado una solicitud de amistad". Diosssssssss